miércoles, 8 de marzo de 2017

Madres...



Puestos a querer ser como alguien...yo quiero ser como la mía.
Mi madre, gran mujer, trabajadora incansable, compartió vida, azares, logros y sufrimientos con un hombre adelantado a su tiempo y que creyó firmemente en que la igualdad se conquista con un esfuerzo "conjunto”. Y creer significa pasar de la teoría a la acción de modo práctico y real.
Y ahí está la clave: nada más y nada menos.


En una familia de mujeres - por ambas partes -que trabajaron y mucho, mi hija será la quinta generación de mujeres "distintas": no dieron opción a ser ayudadas, sino que supieron hacer entender que el camino es siempre cosa de dos. Y optaron por un trabajo fuera de casa y también dentro de ella, pero acompañadas de los hombres adecuados. Y aquí creo que está la madre del cordero: que aquellos que comparten o han compartido nuestras vidas entiendan que convivir no es solo "vivir con", que compartir no sólo es "ayudar" y que la responsabilidad no tiene por qué tener siempre un único nombre y que éste, sea de mujer.



La clave está en eso...y poco más, de inicio. Si las cosas cambian en casa, el cambio necesario y real, irá penetrando como las gotas de agua en la roca, dinamitando conductas machistas sin demasiado ruido, pero de modo eficaz; en poco tiempo, la roca - entendiendo como tal ese denostado y repudiado machismo rancio de salón y que no casa con la realidad diaria vivida en muchos hogares- se verá minada desde dentro permitiéndonos vivir en una sociedad mejor.


No hay tantos hombres que animaran a trabajar fuera de casa cuando la mujer no lo hacía " por convencionalismo social "; que asumieran el cuidado de sus cinco hijos y de su exigente trabajo, implicándonos a todos - ¡no había otro remedio! - en la vida diaria normal. Que asumiera el cuidado de todos nosotros para que ella estudiará una oposición y lo devolvió aprobando dos de golpe...Que ejerciera de padre "full time", incluidos los domingos, llevándose a sus hijos al monte a caminar...y ella devolvió, entre muchas otras cosas, amor con cuidados extremos hasta el último suspiro.


Ellos eran así...un equipo, una dirección bicéfala, pero de claro y meridiano objetivo único común. Y solo así seremos capaces de asestar el cambio social que exigimos a los poderes públicos, a los "de arriba" o cualquier instancia fuera de mi propio yo.

Necesitamos hacer equipo: que nos quieran y nos lo demuestren confiando en nuestras carreras y nuestra profesión, lo que supone "pringar" hasta el último de los minutos de cada día de la semana en un esfuerzo común: sacar adelante a las familias- el que las tenga- y los trabajos de los dos con igual peso y empuje.Como en todos los ámbitos de la vida sin equipo no vamos a ningún lugar; quizá solos lleguemos antes pero probablemente lo hagamos a ningún sitio.


Profesiones poco comunes en sí mismas o en el momento elegido, siempre con la ayuda del compañero de vida, hacen que se impregne en el ADN y se trasmita igual que el color de ojos - sea esto dicho como licencia literaria, no me linchen, amigos, antes de tiempo-Y a eso debemos aspirar: a cambiar desde dentro la sociedad siendo un ejemplo vivo para generaciones futuras donde no se conciba  sino como un claro caso de negociación única el devenir de una pareja en su trayectoria vital.


Hablo de mujeres y hombres, hablo de hijos y de trabajo, de esfuerzo conjunto mantenido en el tiempo y peleado hasta el final...Hablo de esto hoy porque así lo he vivido y el hacerlo me ha enseñado a enfocar la vida profesional - de modo simple y complejo a la vez-como profesional que soy sin que el género al que pertenezco determine cada decisión.

Es mi día, es mi blog y es mi madre.

¡Felicidades Mamá!



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