viernes, 14 de abril de 2017

Siempre igual...

 

 


 "Siempre que pasa igual, ocurre lo mismo"… Esta frase dicha como gracia por un amigo de la infancia, cuando todos éramos niños, justificaba su ansia científica. Intentaba explicarnos que para que un experimento funcionara no debíamos repetirlo una, otra y otra vez igual si queríamos lograr resultados distintos; sobre todo, si la primera forma de acercarnos científicamente al problema, fallaba.

Mis primos, mis hermanos y un montón de amigos veíamos a este tipo singular inventar cachivaches imposibles que rozaban los límites de la física y de la razón. Así todos - o solo los más valientes- probamos los “zapaflops”: zapatos para andar por la superficie del agua que nunca funcionaron pero que nos hicieron pasar muy buenos ratos...
Sus múltiples inventos siempre seguían la misma máxima: repitiendo siempre lo mismo, de igual modo, no inventaremos nada...



Recordando esta mañana de abril aquellas mañanas de agosto rápidamente viene a mi memoria cómo se forma a los médicos jóvenes en España, no sólo en las facultades sino también, casi de modo general, en la época de la residencia. Les hablamos de calidad asistencial, profesionalismo y buenos profesionales cuando no de expertos sin meditar bien qué se quiere decir o si los términos engloban la totalidad de lo que queremos trasmitir.

Mi planteamiento es el siguiente: cuando les hablamos de buen profesional y/o experto lo hacemos en la mitad de su complejidad. Hacemos referencia, por lo general, a una persona competente en un área del saber en lugar de referirnos, además, a la persona comprometida y moralmente responsable en el desempeño de su función o actividad.

Llevamos así a un reduccionismo inconsciente que "valora los comportamientos de las personas- médicos en este caso- por sus resultados y no por los principios a los que deberían atenerse y servir" dicho esto de un modo magnífico por Victoria Camps en su libro Virtudes Públicas, no añadiré nada más. Entiendo que la responsabilidad profesional es algo más que mera competencia técnica. Necesitamos un "plus moral" que constituya nuestra razón de ser y trabajar sobre otros hombres y mujeres como nosotros, en ese estado de vulnerabilidad intrínseca que supone la enfermedad.



La excelencia deberá tener, por tanto, dos dimensiones -científica y ética - para desarrollarse en plenitud. Y esta excelencia deberá impregnar todas las facetas de la ciencia médica: asistencial, docente o investigadora, en su versión más completa.

Por tanto, deberemos exigir no sólo una competencia técnica y científica, la posesión de unos conocimientos y el desarrollo de un conjunto de habilidades sino también el ejercicio de una medicina comprometida con el paciente y moralmente responsable en su ejercicio y desarrollo de su función. Pero para exigir hay que enseñar primero y es aquí donde enlazamos con mi amigo Paco el inventor: si el modo en el que enseñamos medicina no se acerca a lo anterior, deberemos cambiarlo.

Si a los residentes les interesa poco o nada la ética y la Deontología - siendo que una gran mayoría no son capaces de distinguir una de otra- tendremos magníficos profesionales "cojos"; les faltara para caminar erguidos desarrollar una de las "patas" de la medicina que nos hace médicos completos. No solo ellos deberían meditar. Quizá todos nosotros - los médicos ya formados o los formadores de médicos -deberíamos ser capaces de transformar las tórridas mañanas de agosto en la ribera del Mar Menor en ocasión de contactar con la ciencia y valorar si queremos cambiar la educación médica en España haciendo y enseñando siempre lo mismo y del mismo modo o habrá que hacer algún cambio sustancial 



Sigo recordando en mi cabeza la máxima de una ciencia infantil que ha llevado a nuestro amigo lejos en su campo profesional y a nosotros - a todos aquellos que crecimos a su lado-a la madurez que da aprender a pensar desde "enanos acompañantes de un científico en ciernes ", con sensatez científica.
Planteemos que no podemos formar médicos a medias y darnos por satisfechos. Sería como aceptar que los zapaflops son uno de los inventos del siglo en lugar de entender que nos llevaron a repensar -a cada uno- la consistencia del teorema de Arquímedes, sin otra pretensión.


 
                                

 ( como no tenemos documento grafico del invento original, usamos una "similar")





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