No siempre su estado es igual como tampoco lo es el estado del mar o el de las personas.
Unos días, a la luz crepuscular , se alza desafiante .
Otros ,con el mar en calma, nos da serena imagen que cuida y vela por aquellos que navegando vuelven a casa.
Hoy, sinceramente, me ha sorprendido la imagen que me han mandado mis hermanos: envuelto en olas hasta casi sucumbir al viento y agua; sólo con su luz sacando pecho ante el rugido temible de un cantábrico bravío.
Y al verlo una lágrima ha surcado mi mejilla como su luz rompe la noche: furtiva e intermitente pero haciendo de guía -en este caso -a mis emociones.
Son tiempos difíciles en mar y tierra; allí las olas y aquí....dificultades varias que casi nos sepultan.
Sin embargo, los faros, nos recuerdan que siempre hay una luz, al fondo, que guía nuestro viaje.
Que la fortaleza nos la da la resistencia ante las dificultades aunque soportemos varios metros de ola.
Que mientras no nos rindamos a los embites de la vida y su oleaje, seguiremos en pie.
Y que quizá haya barcos que nos miren y sólo nuestra lucha entre las olas que nos envuelven y nos lastiman, les permita orientarse.
Conclusión: envidio la capacidad recia y silenciosa de un faro que calladamente orienta con su luz.