martes, 27 de octubre de 2015

¿Quién le pone el cascabel al gato?

No fue un domingo cualquiera sino el primero después de unas vacaciones, olvidadas ya las largas horas de pasillo que tenía por delante, cuando tomé conciencia de que estaba encima el invierno. De que el otoño avanzaba como una sombra cambiando no sólo el color de las hojas sino, también, la salúd de las personas.

Ya se acumulaban en la sala de espera, subiendo el nivel de murmullo a franco ruido, y esto último me indicaba un par de cosas: que eran muchos y que no estaban demasiado enfermos. Enfermos, enfermos: de los de verdad no del " me viene mejor ir ahora que mañana", no vimos mas que cuatro.
Cuando me encontré explicando por sexta vez seguida que, para su catarro, no le hace falta el antibiótico a punto de claudicar estuve; a punto de sucumbir al error de pautar lo que me piden en lugar de lo que necesitan, que la mayoria de las veces es nada. Nada más y nada menos que algún antitérmico, varios paquetes de pañuelos de papel, abundante agua y paciencia para pasar un domingo en casa, de reposo, sin coger  frío.

En uno de mis múltiples recorridos de pasillo, empece a preguntarme:

-¿Qué estamos haciendo mal?
-¿dónde se pierde la información y es reemplazada por recetas de revista de cotilleo en últimas hojas?-¿cuándo nuestra opinión perdió el respeto, la credibilidad y el papel de brujula orientativa hacia la salud ?.

Quizá fué con el control inexorable del tiempo...; de ese tiempo que debemos administrarnos con desigual medida en función de las necesidades del paciente, siempre desiguales.La igualdad por decreto siempre es injusta. La rapidez en una consulta no siempre es sinónimo de buen hacer y una a ratio alta  de "pacientes vistos/hora" no te encumbran al "Olimpo de la guardia" dándote la "pole- posición" para la siguiente.

Quiza ganemos tiempo pero perdemos ocasiones y oportunidades de hacer educación sanitaria; algo que se nos olvida concentrados en la carrera contra una interminable lista de problemas menores que necesitan sentido común y no antibióticos, reciedumbre en lugar de ansíoliticos, ayuno en lugar de jarabes y paciencia en lugar de más pastillas .


Empezar a meter el raciocinio en las consultas no será tarea fácil. No por qué no seamos capaces sino porque sepamos responder de modo adecuado a las demandadas descabelladas. No a medicalizar las circunstancias vitales dolorosas y amargas; no a evitar que el dolor sea erradicado por decreto y de inmediato; no a la prescripción inducida de "mi médico me da siempre..." y no a "lo que me va bien a mi es.."
Este fin de semana problemas de esta indole eran recogidos en periodicos de tirada nacional lo que indica que es una preocupacion social de tal magnitud que lo lleva a las paginas de salud de los diarios  (ver aquí  (http://www.elmundo.es/sociedad/2015/10/26/562d114846163f6b1e8b45d0.html) y también aquí (http://www.redaccionmedica.com/noticia/el-g-7-decide-que-la-resistencia-a-antibiticos-es-una-amenaza-tan-grande-como-el-cambio-climtico-89117).

.Nos falta tiempo para la prescripcion razonable- y ética- como corolario final de una consulta de la que no hay por qué salir siempre con la receta de un medicamento.


Tenemos bastantes gatos (problemas que acucian al paciente) y otros tantos cascabeles (remedios que no siempre pasan por medicalizar la visita:cambios de hábitos o estilos de vida, costumbres o incluso paciencia para asumir que el tiempo de curación no es inmediato).

 -Me pregunto...¿quién le pone el cascabel al gato?.
Y no sé si nos sobran gatos o nos faltan cascabeles.

                    

miércoles, 7 de octubre de 2015

Dignidad propia o prestada



La dignidad nadie la otorga. Está enraizada en cada uno en nosotros mismos por el propio hecho de "ser". Y para todos es igual independientemente del color, la posición social, el dinero, la salud o las ideas. La humanidad tampoco se compra o se vende, ni se regala...; es algo consustancial al hombre o al menos así cabe suponerlo.

Estos días se nos llena la boca de dignidad y muerte. De dignidad de vida, de dignidad en los tratamientos o de dignidad en general. Parece que las acciones sólo son dignas si coinciden con mi visión e indignas si apoyan la contraria. Generando una confusión de este calibre no se ayuda a Andrea cuyo caso, por respeto y confidencialidad, nunca debió salir de la intimidad familiar y del equipo médico que la trata.
Desconocemos el caso concreto con sus detalles técnicos y humanos- al menos, yo-; desconocemos la evolución y  el pronóstico con exactitud. Desconocemos, incluso, la idea que la propia Andrea pueda tener de su dignidad ya que incluso ésta se nos muestra a través de sus padres. Sin embargo todos opinamos y queremos para ella una "muerte digna" cifrando la dignidad en cosas distintas.

La dignidad la da el control de los síntomas físicos y emocionales de la enfermedad al final de la vida cuando no se puede hacer más por ella. Curar, paliar y acompañar son los tres pilares que mantienen esa dignidad hasta el fin de una vida demasiado corta y con dificultades físicas que superar. Controlar el dolor, las nauseas, la angustia y el miedo...; conseguir la paz y el sosiego ante un devenir cercano e ineludible.
La dignidad viene dada por cómo la paciente y su familia encaren la muerte, ayudados por el equipo médico, evitando el sufrimiento, dulcificando la agonía sin interferir de modo directo en el devenir de los acontecimientos. Nada más y nada  menos.

Todos hablamos por otros...; sus padres, sus médicos, el juez, el forense, los medios...por ella. La ley para una "muerte digna" - por la que tanto se aboga estos días- establecerá normas y supuestos. Sin embargo no creo que cambie nada. La vida siempre es tan rica que, aún cuando se apruebe ésta, seguiremos encontrando casos límites, de difícil resolución, que necesiten de un análisis detallado, meditado y  consensuado que se escapen por los resquicios de la ley como la arena de la playa entre los dedos.

Mientras, leamos y meditemos los documentos que nos ayudan a comprender de qué hablamos, de lo que queremos decir con lo que decimos y a llamar a cada cosa por su nombre. Además de la ley existe un código deontológico (art.36 CD, 2011) que nos muestra el sendero a seguir  previamente establecido por la propia profesión médica. En estos días es el gran olvidado siendo el que recoge  orientaciones sobre qué hacer, cómo hacerlo, qué es  medio ordinario y extraordinario, qué es un tratamiento o un cuidado…
Se puede hablar de cualquier cosa pero no de cualquier modo. Fundamentemos sólidamente nuestras opiniones o mejor estemos callados. Hay alguien que transita el final de su vida y alguien que lo acompaña en este momento. 

Así de sencillo y así de doloroso