Esta es una semana extraña como lo son
todas las previas a unos días de vacaciones; la necesidad de descanso junto a
una cuenta atrás inconsciente agudiza, en ocasiones, nuestro espíritu crítico
acerca de nuestra profesión. El balance anual revolotea en nuestra cabeza y no
sólo en el más estricto sentido personal. Laboralmente hacemos un ejercicio de
análisis exprés digno de una reflexión más profunda.
Nos vamos de vacaciones pero... ¿quién se
queda?
Nos sustituyen, cuando
esto ocurre, dos tipos de profesionales sin solución de continuidad:
1- Médicos
más jóvenes. Muchos de ellos ayer eran nuestros residentes y han escalado
ya la pared vertical de enganche a la vida laboral. Hoy, y los días sucesivos,
nos demostrarán qué hemos sido capaces de enseñarles y que les llegó de lo que
intentamos transmitir. Es importante considerar que es, por tanto, una
responsabilidad compartida.
Mejor formados técnicamente, imbuidos en la
religión de las revistas de alto impacto, las publicaciones, los protocolos y
guías. Expertos en redes sociales y con un manejo de las TIC's admirable;
rápidos, precisos, concretos, resolutivos....pero muchas veces sin corazón. Sólo
algunos acompañan a todo lo anterior, necesario y deseable, un atisbo de
humanidad.
Suena duro pero así es: quejas continúas por
las tonterías que acuden a consulta como si los hubiéramos formado, en
exclusiva, para el ejercicio de la medicina en condiciones extremas de
dificultad. Así una fiebre es una sandez que no merecería ser atendida
sin cobrar un plus por descender del Olimpo del conocimiento. Sin embargo, una
fiebre puede esconder el inicio de un problema de salud más serio y, además,
somos el único escalón funcionante para estas cosas en esta época estival.
2- Médicos de mayor edad y bregados en la
pelea diaria que no pueden más y que deben ver a su cupo más tres partes
de el de sus compañeros. Agotados de un trabajo anual deben hacer un "más
difícil todavía" para valorar pacientes -a cuatro el cuarto de hora -antes
del merecido descanso de cualquier mortal. No es el momento más idóneo ni el
más indicado para plantearse "la excelencia de la asistencia" pero si
el más necesario.
No solo el
paciente no tiene la culpa sino que el ejemplo que demos a nuestros recién
incorporados compañeros marcará el cómo atendamos -nosotros y ellos-a los pacientes;
el dónde y el cuándo viene dado por organigrama y el por qué es único en cada
consulta.
Educar
sanitariamente a la población implica haberlo hecho uno mismo previamente.
Darle valor al trabajo diario de la atención primaria supone enseñar que el
paciente es lo primero cuando este presenta su salud mermada. Otras cosas, tras
valorarlas, merecen una buena explicación sin enfado o menosprecio. La
información es un acto clínico recogido en el código deontológico y que debemos respetar y cumplir; nada que ver con una pérdida de tiempo.
Así
las cosas, veamos un ejemplo aparecido hoy en lavozdegalicia.es:
"El calentamiento global está empeorando
la sequía del Mediterráneo, lo que repercute en la interacción flor-mariposa.
Un estudio ha encontrado ahora que las altas temperaturas y la baja pluviosidad
provocan una descoordinación entre la época de floración y la época de
vuelo de las mariposas. Los momentos de máxima floración y de
abundancia de las mariposas se separan una media de 70 días y aumentan en los
años de sequía pronunciada. Esta pérdida de
sincronía afecta negativamente tanto a las mariposas, que tienen más
dificultades para encontrar alimento, como a las plantas, que pierden
polinizadores potenciales".
No sé si podríamos ser
las flores o las mariposas del ejemplo. Lo que tengo claro es que la situación
sanitaria en verano, al menos en el Mediterráneo, no es fruto del calentamiento
global.