En estos días en los que el magnífico artículo de @mlalanda(" hhttp://medicoacuadros.wordpress.com/2013/10/07/cuando-sea-vieja-me-morire/) ha puesto de manifiesto lo difícil que es morir en paz sin "cableado accesorio " y tubos por doquier......yo reinvindico la "ética de la silla".
Tras leer el artículo y constatar el enorme interés y éxito cosechado, me pregunto qué estamos haciendo mal.
En un país donde las unidades de Cuidados Paliativos - atenazadas últimamente por los recortes sin fin que las dejan o bien sin personal, sin medicaciones o sin ambas cosas -realizan una tremenda labor, donde gracias a Dios y a sus profesionales cada vez se muere con menos dolor, más acompañado y de modo más humano ...aún no acabamos de aprender y enseñar a morir.
En el ámbito hospitalario donde no siempre pero con más frecuencia de la debida ,quizá, se lleve a cabo medicina más intervencionista por el propio medio en el que estamos...echo en falta más sillas.
No sé en vuestros hospitales pero en general no hay sillas a las cabeceras de los enfermos.
Las hay en los controles, bajo los ordenadores- máquinas necesarias pero que deshumanizan el trato cercano obligándonos a teclear mientras miramos básicamente a la pantalla dejando para el paciente sólo el " rabillo del ojo"-, o en los mal llamados boxes (pues nunca vi ningún fórmula uno rodando cerca...)
La silla es un elemento imprescindible: nos permite acercarnos al paciente y no verle desde arriba; da sensación de calma y sosiego a un interrogatorio profundo, alinea nuestra vista con la suya y nos pone a igual altura, humanidad frente a humanidad, una pidiendo ser ayudada y otra intentando conseguirlo.
Desde una silla es más fácil coger una mano y sonreír a un tiempo, sentir el miedo en la mirada o entender claramente los susurros..Nos permite ese acercamiento que el dolor, el desasosiego o el miedo a lo desconocido precisa.
Podemos ver las lágrimas correr sin que la intimidad se rompa, no necesitamos alzar el tono de voz para ser entendidos y podemos simplemente con una palmada o una caricia leve tener una eficacia infinita.
Habrá momentos para los tubos y cables, habrá otros para que éstos desaparezcan, habrá que ser agresivo en ocasiones y compañero en el dolor y la espera, en otras....pero siempre, siempre, debe quedar tiempo para una conversación amable que puede o no enmascarar un interrogatorio clínico .
Debemos pelear para que haya tiempo para hablar con un enfermo, en una silla, cercana a su cabecera.
¿Qué en la vida "real" no hay tiempo para esto?Lo sé...¿Que la efectividad, eficacia, eficiencia y todos los parámetros de medida no contemplan desde dónde se hacen las cosas ?También...
Pero yo, en la enfermedad y sobre todo en el final de mis días, quisiera que el médico que deba explicarme que se va cercando mi final lo haga sentado, con calma, próximo a la cabecera de mi cama, en una silla.
Para estos últimos momentos no cabe la prisa pues muerte solo hay una y ,en la mía ,espero poder recibir información clara, concisa y concreta , por un médico calmado con tiempo de sentarse, y hacerlo, si es posible sonriendo, en una silla.