domingo, 27 de julio de 2014

Bombardeo "profesional".


Barrios enteros destrozados, hormigón y metales retorcidos, polvo y desolación devastadora...; es lo que queda tras el bombardeo.El de hoy, el de ayer, el de hace un rato: sin tregua ni sosiego.
El valor de las personas y las cosas lo da el hecho de poder sobrevivir a la tragedia.

Mientras la imágenes grises, tristes y cubiertas del polvo, sin esperanza y sin futuro, se colaban sín permiso en mi cerebro, éste reacciono de un modo imprevisible.
Sentí que mi mundo profesional se iba desmoronando y adquiría el tono gris y polvoriento de la imagen.

Concebí mi trabajo centrado en el enfermo y en hacer que su salúd mejore un poco; tratar, paliar, acompañar, coger la mano, compartir la tristeza de unos ojos anegados en llanto al saber de su futuro incierto.
Ayudar a decidir mientras se informa.
Escuchar con interés las voces, los silencios y los miedos .
Saber cual es tu papel y dónde acaba...

Sin embargo....todo esto,¿a quién le importa?.Es más...¿qué valor tiene?
¿Alguien, alguna vez, se ha encargado de medirlo, de valorar si tiene trascendencia y cuanta?
Lo anterior no se basa en la evidencia, en protocolos, en guías ni algoritmos.
Es algo más interno y trascendente que se está derrumbando.

Medimos "costes-beneficios", acuerdos de gestión- por objetivos-, adherencia a planes programados donde la contención del gasto es lo primero....; apretamos las tuercas una vez, otra y otra más sin pensar  que no somos metálicos y, en cada giro, hay algo que se rompe.

No sé si a alguien le interesa mantener la motivación y la esperanza bajo llave, la ilusión aplastada por una burocracia estéril o el trabajo bien hecho sepultado por unas condiciones de trabajo - en muchos casos- poco dignas ...
Dejar, por comodidad, que la costumbre o la inercia minimicen  la visión ética de nuestro trabajo no es un buen camino sino un atajo.


Hay mil modos  y maneras de trabajar por  la salud de los pacientes.
Distintas y todas necesarias. Variadas y de igual importancia.
Las presiones, el cansancio, el poco reconocimiento a la labor realizada y la falta de análisis y autocrítica se están cobrando muchas vidas profesionales  que pierden el color y el brillo.

Cuando algo "rompe por dentro" la ilusión por tu trabajo todo queda arrasado igual que esas imágenes  de guerra que no por lejanas son menos dolorosas .
En ambos casos, la reconstrucción se torna muy difícil sin cicatrices.
No digo imposible pero si difícil.

Medito si ha llegado la hora de colgar la bata- y no sólo en el perchero-.

                            

1 comentario:

  1. Hola Marian,
    Comprendo perfectamente cómo te sientes. Te aconsejo que cuelgues la bata... y que la descuelgues en otro ámbito que que satisfaga más. Otro país, Europa, Asia u Oceanía. Es hora de irse. Yo me fui. Y me tomaron por loco. Soy médico. Me gusta mi trabajo. Me gano bien la vida. Pero vivo en Vietnam, sí, lejos. Y no pienso volver a trabajar en España, como médico, jamás. Ánimos. Juégatela

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