La Medicina, con mayúsculas, ésa en la que creo, necesita" un buen
meneo": como al calcetín hay que darle la vuelta completamente de modo
que, lo esencial, vuelva a aflorar a la superficie.
Robándole a Sergio Minué una referencia que explica la visión que nunca
debimos perder, medito. “La medicina y la enfermería eran
vocacionales, la atención sanitaria se consideraba un bien público, y el
enfermo un ciudadano vulnerable que tenía el derecho a ser cuidado",
Greenhalgh.
Ahora parece que todo ha cambiado: la medicina es un negocio,
el enfermo un "experto en sí mismo" que, en ocasiones, no
quiere ser cuidado sino atendido, siendo el médico un expendedor de salud;
la atención sanitaria un derecho sobre el que discutimos
en qué grado y para quién habiendo perdido la dimensión de bien público y el
médico, un sabueso de protocolos y guías que no razona sino
que busca y aplica...
El mejor tratamiento no es siempre el de la última guía sino aquel que
tenga en consideración las características personales y clínicas del paciente
junto al respeto más profundo a las creencias espirituales y
existenciales del mismo.
A esto debemos añadir en palabras de Schei, recogidas aqui
que"la buena práctica es una competencia relacional donde la
percepción empática y la creatividad otorga al médico la capacidad de usar sus cualidades
personales, junto al conocimiento científico y técnico de la
medicina, para proveer ayuda individualizada de acuerdo a las
particulares circunstancias del paciente” .
Y en estas cualidades personales puede estar el quiz de la cuestión: tenemos
demasiados "operarios" en nuestras consultas. Estas cualidades personales no puntúan en las
"opes"(Ofertas Públicas de Empleo), en los traslados, no generan
libranzas ni aumentan la productividad por lo que invertir en su desarrollo es
como empaquetar humo.
Es más: a veces, hacen que se mire con recelo a aquellos que se esfuerzan
en desarrollarlas o en conseguirlas si aún no las tienen.
Son médicos "de segunda"
que se ocupan de la vertiente existencial del paciente, ésa que no hace pitar
ningún monitor y, por lo tanto, no necesita expertos de acción rápida de alta
cualificación.
Sin embargo, cuando mi vida esté en "algunas manos”, además de ciencia
quiero que tengan conciencia; que me midan los niveles de calcio y fósforo pero
también midan mi nivel de temor ante el dolor y la muerte; mis niveles de T4 y
mi nivel de ansiedad y tristeza. Quizá no sea demasiado tarde para formar
menos operarios; eso sí, debemos centrarnos en formar buenos médicos.
Pero como hay para todos, la "vuelta del calcetín" sería empezar
por creer que otra medicina es posible y aplicarse en conseguir:
1-Nuevas formas de Dirección - haciendo hincapié en la mayúscula- donde se
cuente con el profesional conociendo las necesidades y expectativas de éstos.
2-Profesionales dispuestos a cambiar las estructuras que no funcionan por
otras -recuperando la implicación personal- con ilusión recuperada.
3-Equipos con buenas dinámicas de grupo, donde todos tengan su importancia
y su sitio; que se apoyen en lo que les une evitando aquello que les
separa, y pongan de modo real y efectivo al paciente en el centro de la
atención sanitaria de donde nunca debió salir.
4-Pacientes bien informados, con capacidad crítica y de queja bien
fundamentadas, que realicen una crítica constructiva que permita mejorar
la organización de la estructura sanitaria.Que se sientan parte de la solución
pero nunca del problema y pese a deber responsabilizarse de su propia salud,
recuperen la confianza en los profesionales.
5- Profesionales que afronten los problemas más cotidianos desde la
dimensión ética de los mismos en el ejercicio clínico diario, en las pequeñas
cosas y no en los extremismos ni la gravedad.
Cuanto cambio resumido en un suave y enérgico movimiento que permita sacar
a la luz lo mejor del sistema y de sus profesionales, con un golpe de muñeca.
No parece tan difícil pero siempre es necesario recordar que...