jueves, 5 de junio de 2014

El dolor de un tirón de orejas.

Cuando uno piensa en tirones de orejas la mente, esa errática viajera, se desplaza al cumpleaños.
Nos lleva  a recordar cuando, pasados los 40 y pocas bromas, tienden a convertirse en un suplicio 

Todo queda en un edema de la región auricular( vulgar hinchazón, de toda la vida), un dolor de moderado a intenso y unas ganas de matarlo de 0 a 10, rozando el 8.

Pero no os hablo de ese tirón de orejas ...sino de aquel otro que, necesariamente has de dar de vez en cuando, y que se te antoja una misión incómoda y doliente. No para la oreja sino para tu alma.

Todos hemos necesitado de uno de ésos y si es doloroso para la vanidad propia recibirlo, más difícil es darlo.Porque haciéndolo y a pesar de la incomprensión que se genera, se expresa un compromiso.
Un compromiso de amor, educativo, filial, de amigo, compañero....
De incondicionalidad, de desengaño, de comprensión del mal y su remedio, de "espabila ya y ponte las pilas" o el de quizá y simplemente:"reflexiona".


Ninguno de ellos por buena intencionalidad que supongamos, anestesia esa parte del alma golpeada.
Meditas...¿lo doy?,¿ Se lo merece?, ¿Aprenderá o tal vez ...todo sea estéril ?
El dueño de la oreja es lo de menos.Lo de más el dolor que siempre nos produce reprender hiriendo al que queremos.
Puedes dulcificar, arrojar luz, poner cuidado...; es más no sólo puedes sino debes pero a veces es demasiado tarde y ya está hecho.

Cumplir una misión encomendada, sufrir callando, evitar un mal mayor....de todo " habemus" pero siempre por más que necesario, no deja de sentirse.

Para crecer han sido imprescindibles; para la madurez, fundamentales y aquellos que llegan a destiempo dolorosos porque te pillan por sorpresa 

No me gusta tirar de las orejas ni siquiera para celebrar un cumpleaños.
Y , sin embargo, he debido hacerlo hoy.
Creedme, si os digo, que soy yo quien he recibido el mayor daño.

  
                    

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