La carrera es larga y los obstáculos muchos. El cribado natural de
la especie laboral tiene aquí su mejor ejemplo. Debes ser un magnífico saltador de vallas para llegar intacto a la meta con
ilusión, ganas, corazón, compasión, generosidad e integridad personal.
No me refiero a una maratón física sino a una física, psíquica
y emocional que es en lo que se ha convertido llegar a ejercer la
medicina en este país. Hay pequeños avituallamientos intermedios que te
permiten recorrer los 12 años de media invertidos en la larga carrera hacia atender
modo adecuado a otro ser humano vulnerable y enfermo y hacer de ello una profesión.
Para esto último si que hay que entrenar.
Al fin y al cabo, trabajar
en medicina no es más –ni menos-que
conocimiento humano y técnico al servicio del otro, de su salud, de la recuperación
de ésta y cuando ya no es posible, acompañamiento activo y compasivo en una
recta final. Hacerlo no solo bien sino tendiendo a la excelencia, no es nada fácil.
Desde pequeños le pedimos, a aquellos que decidan estudiar Medicina,
que deben ser los mejores. A cualquier precio. Se entra en una espiral de
competición donde tus compañeros son tus rivales más directos y ya se sabe:
"al enemigo, ni agua”. Da igual no tener amigos ni actividades de ocio; se
te mide por la nota media del expediente académico que no valora más que conocimientos:
ni habilidades ni actitudes.
El origen de este post es una conversación en Twitter donde dos
excelentes personas y buenos estudiantes, plantean el problema que supone dejar
apuntes a sus compañeros. Ambos se cuestionan la ventaja que sería para el
resto tenerlos y el tiempo que ganan no yendo a clase y estudiando; podrían
superarlos a ellos mismos en el examen con sus propios apuntes y eso no
puede ser...
Esto me lleva a iniciar una encuesta en el mismo medio donde se
plantea si a esta altura del curso se dejarían los apuntes unos a otros -que es
una forma tomar el pulso en generosidad
y desapego a la comunidad estudiantil de la ciencia de la incertidumbre-. Hay
contestaciones para todos los gustos pero muy poco numero de ellas como para
sacar alguna conclusión extrapolable.
Me quedo a cuadros. No por el hecho en sí sino por la actitud a la
que en conjunto la universidad, el sistema educativo, la sanidad y nosotros, sus
predecesores, les hemos abocado; a correr sin mirar atrás como si no hubiera
mañana, sin mirar al que tropieza, al que se cae o al que abandona. No digamos
ya tender una mano...
Nuestro trabajo no será quedar bien delante de nuestros iguales o
hacer un diagnóstico diferencial apabullante, que también: lo importante será la
calidad de la asistencia técnica y
humana al paciente, centro de nuestra labor clínica diaria. Esto tan sencillo,
parecemos olvidarlo y no transmitirlo en toda su importancia y su valor.
La vida, amigos, es un juego
en equipo en el que necesitas del otro tanto como éste de ti; la cercanía,
el compañerismo, la ayuda, la valoración de ideas del otro, el análisis de los procesos
y su discusión en grupo son capacidades sin las que en un equipo no se puede
trabajar.
Sin embargo les pedimos que crezcan en un individualismo atroz y que, desarrollen un trabajo en equipo ejemplar,
de repente y sin entrenamiento previo, al llegar a la época de la residencia y
la vida en un hospital. No se puede dar lo que no se tiene: ni ellos ni
nosotros.
Me asaltan varias preguntas:
-¿uno estudia para sí mismo y para su crecimiento personal o para establecer
marcas personales en un grupo?
-¿que nos interesa realmente: obtener conocimiento o sacar una
determinada nota?
-¿sacar una determinada nota implica que sepamos más?
-¿no será que” damos lo que nos piden”-cuantificación numérica del
saber sin valorar cómo y en qué medida se ha alcanzado éste?
-¿mide una nota de un examen la adquisición de habilidades en la
asignatura cursada?
-¿sigue la universidad española “estudiando por apuntes” como en
el siglo anterior?
-¿el asistir a clase no genera en el propio estudiante inquietudes
de mejora?, ¿Para qué sirve entonces?
-¿seguimos con clases magistrales en las que no se aprende más que
si leemos un texto escrito por otro?
-¿soy capaz de valorar que mi esfuerzo determinara una nota y que
ésta no tiene porque compararse con la nota de los de alrededor? ¿mi crecimiento
personal quizá mejore si adquiero capacidades como la generosidad y alguna otra
que me será de gran valor en mi vida personal y profesional?
Somos personas que trabajaremos con personas; con sus dolores, sus
miedos, sus preocupaciones y su debilidad. Necesitamos saber llegar hasta el
fondo de corazón del hombre para interpretar, junto a un electrocardiograma,
una analítica y un tac, qué siente y como enferma un semejante. Y esto no parece
que lo estemos enseñando.
Les pedimos- a aquellos que están a punto de asomar por los
hospitales españoles- que no estén cansados, que tengan avidez de
conocimientos, no tengan nunca prisa por marcharse y que tengan actitud abierta
y colaboradora… pero no les enseñamos. Resulta tan util como avanzar por la vida tapándote los ojos.
En esta larga cadena hay
eslabones que no cierran y sin embargo, seguimos pidiendo que sea resistente.
La situación merece una profunda reflexión.
Felicidades. Un problema más que evidente es ver como algunos docentes "inicitan" a no asistir a sus clases. Lo digo como docente y con conocimiento de causa.
ResponderEliminarUn saludo desde Jerez.
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