martes, 3 de mayo de 2016

El arte de pedir lo que no se enseña

La carrera es larga y los obstáculos muchos. El cribado natural de la especie laboral tiene aquí su mejor ejemplo. Debes ser un magnífico saltador de vallas para llegar intacto a la meta con ilusión, ganas, corazón, compasión, generosidad  e integridad personal.
No me refiero a una maratón  física sino a una física, psíquica y emocional que es en lo que se ha convertido  llegar a ejercer la medicina en este país. Hay pequeños avituallamientos intermedios que te permiten recorrer los 12 años de media invertidos en la larga carrera hacia atender modo adecuado a otro ser humano vulnerable y enfermo y hacer de ello una profesión. Para esto último si que hay que entrenar.
Al fin y al cabo, trabajar en medicina no es más –ni menos-que conocimiento humano y técnico al servicio del otro, de su salud, de la recuperación de ésta y cuando ya no es posible, acompañamiento activo y compasivo en una recta final. Hacerlo no solo bien sino tendiendo a la excelencia, no es nada fácil.

Desde pequeños le pedimos, a aquellos que decidan estudiar Medicina, que deben ser los mejores. A cualquier precio. Se entra en una espiral de competición donde tus compañeros son tus rivales más directos y ya se sabe: "al enemigo, ni agua”. Da igual no tener amigos ni actividades de ocio; se te mide por la nota media del expediente académico que no valora más que conocimientos: ni habilidades ni actitudes.

El origen de este post es una conversación en Twitter donde dos excelentes personas y buenos estudiantes, plantean el problema que supone dejar apuntes a sus compañeros. Ambos se cuestionan la ventaja que sería para el resto tenerlos y el tiempo que ganan no yendo a clase y estudiando; podrían superarlos a ellos mismos en el examen  con sus propios apuntes y eso no puede ser...
Esto me lleva a iniciar una encuesta en el mismo medio donde se plantea si a esta altura del curso se dejarían los apuntes unos a otros -que es una forma  tomar el pulso en generosidad y desapego a la comunidad estudiantil de la ciencia de la incertidumbre-. Hay contestaciones para todos los gustos pero muy poco numero de ellas como para sacar alguna conclusión extrapolable.

Me quedo a cuadros. No por el hecho en sí sino por la actitud a la que en conjunto la universidad, el sistema educativo, la sanidad y nosotros, sus predecesores, les hemos abocado; a correr sin mirar atrás como si no hubiera mañana, sin mirar al que tropieza, al que se cae o al que abandona. No digamos ya tender una mano...
Nuestro trabajo no será quedar bien delante de nuestros iguales o hacer un diagnóstico diferencial apabullante, que también: lo importante será la calidad de la asistencia técnica y humana al paciente, centro de nuestra labor clínica diaria. Esto tan sencillo, parecemos olvidarlo y no transmitirlo en toda su importancia y  su valor.

La vida, amigos, es un juego en equipo en el que  necesitas del otro tanto como éste de ti; la cercanía, el compañerismo, la ayuda, la valoración de ideas del otro, el análisis de los procesos y su discusión en grupo son capacidades sin las que en un equipo no se puede trabajar.
Sin embargo les pedimos que crezcan en un individualismo atroz y que, desarrollen un trabajo en equipo ejemplar, de repente y sin entrenamiento previo, al llegar a la época de la residencia y la vida en un hospital. No se puede dar lo que no se tiene: ni ellos ni nosotros.

Me asaltan varias preguntas:

-¿uno estudia para sí mismo y para su crecimiento personal o para establecer marcas personales en un grupo?
-¿que nos interesa realmente: obtener conocimiento o sacar una determinada nota?
-¿sacar una determinada nota implica que sepamos más?
-¿no será que” damos lo que nos piden”-cuantificación numérica del saber sin valorar cómo y en qué medida se ha alcanzado éste?
-¿mide una nota de un examen la adquisición de habilidades en la asignatura cursada?
-¿sigue la universidad española “estudiando por apuntes” como en el siglo anterior?
-¿el asistir a clase no genera en el propio estudiante inquietudes de mejora?, ¿Para qué sirve entonces?
-¿seguimos con clases magistrales en las que no se aprende más que si leemos un texto escrito por otro?
-¿soy capaz de valorar que mi esfuerzo determinara una nota y que ésta no tiene porque compararse con la nota de los de alrededor? ¿mi crecimiento personal quizá mejore si adquiero capacidades como la generosidad y alguna otra que me será de gran valor en mi vida personal y profesional?

Somos personas que trabajaremos con personas; con sus dolores, sus miedos, sus preocupaciones y su debilidad. Necesitamos saber llegar hasta el fondo de corazón del hombre para interpretar, junto a un electrocardiograma, una analítica y un tac, qué siente y como enferma un semejante. Y esto no parece que lo estemos enseñando.
Les pedimos- a aquellos que están a punto de asomar por los hospitales españoles- que no estén cansados, que tengan avidez de conocimientos, no tengan nunca prisa por marcharse y que tengan actitud abierta y colaboradora… pero no les enseñamos. Resulta tan util como avanzar por la vida tapándote los ojos.




En esta  larga cadena hay eslabones que no cierran y sin embargo, seguimos pidiendo que sea resistente.
La situación merece una profunda reflexión.


1 comentario:

  1. Felicidades. Un problema más que evidente es ver como algunos docentes "inicitan" a no asistir a sus clases. Lo digo como docente y con conocimiento de causa.
    Un saludo desde Jerez.
    http://makyyo.blogspot.com.es/
    https://medicinadefamiliaenlacocina.wordpress.com/

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