En ocasiones, con periodicidad quincenal, dejo mi habitual dualidad "madre- médico", que establece mi zona de confort , para pasar a ser simple y llanamente " el último de la fila".
No es que me transforme en Manolo García o Quimi Portet que deleitaron los oídos de una generación con canciones singulares y ritmos originales: simplemente, soy paciente. Y esto me permite ver la otra cara de una luna sanitaria tan desconocida como educativa que sería imprescindible visitar. La posición de espera activa en una silla cualquiera no es un único acto de quitarse la bata sino descender a los infiernos del ser paciente, arrinconando tu poco o mucho saber en la difuminada realidad de un número en pantalla y ponerte en manos de otro ; eso sí, como paciente un poco más" emponderado" que la media.
Se lo aconsejaría a todo médico en ejercicio, da igual la especialidad, unos 10 minutos a la semana, como parte de una nueva competencia a adquirir: sentirse paciente, enfermo, con miedos y dolores ;con la perplejidad de asistir a la vorágine sanitaria de un pasillo de consultas, chascarrillos y puertas medio abiertas que nos descubren la superficialidad de un mundo sanitario inmaduro.
Esperas, retrasos y citas paralelas que no siempre se entienden porque no siempre se explican.Sin consideración ni cuidado, salimos, entramos, subimos o bajamos sin tener en cuenta que el que te espera también tiene una vida con rigor horario. Nuestro tiempo dentro de una bata discurre paralelo al tiempo de fuera de ella.
Quizá sigamos pensando de modo inconsciente que la bata confiere un poder superior a la hora de administrar el tiempo pero realmente es tan solo un "disfraz " que nos señala como parte de una profesión y nos convierte en referente. No en un referente social de poder y prestigio sino - y fundamentalmente- para el hombre o mujer que desde una silla, expectante y con la natural incertidumbre de sentir que su salud está puesta en juego, siente que su vida está en manos de otro. Este "otro" es un ser humano finito, limitado, con sus virtudes ,defectos y sólida formación científica que debe ser consciente de su papel y responsable en su actitud, comentarios, retrasos , interrupciones y gestión de agenda.
Hemos hecho al paciente parte activa del sistema sanitario pero le exigimos que no se queje, que no proteste y ,desde luego, que no nos pida explicaciones. El final del paternalismo sanitario es una pose irreal que muchos adoptamos por aprendizaje, ósmosis, transmisión y opción activa.
Sentémonos diez minutos a la semana, en cualquier pasillo, despojándonos de nuestra identidad para transformarnos en un número de una lista cualquiera, de una agenda aleatoria, para adquirir nuevas y necesarias competencias. Para mejorar la calidad de la atención a nuestros pacientes nada mejor que sentirse, de vez en cuando, “ el último de la fila”.