martes, 25 de julio de 2017

¿Estado? En espera...

Nadie hablara de nosotros cuando hayamos muerto...

Durante las casi cinco horas de espera en la atestada sala de espera de un gran hospital, de esos de los que se habla en las listas del" mejor hospital del año" pero en los que no cabe ni una sonrisa, fue mi pensamiento recurrente: nadie hablará de nosotros cuando ya no estemos. No como ser individual sino como parte de un colectivo al que ahora veía trabajar desde el otro lado. Personal anónimo aunque identificado, serio y cabizbajo que pasea una y otra vez por un pasillo, mirando sin ver...
Es verano, pero la enfermedad no entiende de vacaciones. Ni los enfermos de la desgana del personal. Nunca hasta hoy lo vi tan claro. Intenté verme reflejada y me sobrecogí .

Los pacientes, familiares y acompañantes tienen - al menos en esta ocasión- esa sabiduría de agricultor antiguo que, sin haber ido casi a la escuela, encierran en cada una de sus frase un tratado de filosofía básica:

-"Llevan tantas horas que no se aguantan ni ellos", disculpaba al "personal" mi vecino de la izquierda.
-"La culpa es suya que luego quieren librar tres dias..."contestaba una señora.
-"En ninguna profesion se consentiría esto y ,mira, aquí estamos: atendidos por seres sin corazón tras tantas horas de pie..." 
Textual. Real y fulminante, al menos para mí, tras situarme como parte del problema y de la profesión.

Tras dejar medio resuelto a un familiar volví a casa con el estomago encogido.No sé cuánto  seamos capaces de curar pero de lo que estoy segura es que no es del mejor modo.Ver el toro desde la barrera da para mucho pensar.
Tampoco yo vi ni una sonrisa. Probablemente no la tenga ,yo tampoco, en similar situación. Ni un gesto amable, ni una mínima ternura.Todo era correcto según un protocolo de atención estandar pero los pacientes maltrechos y sus familiares, echaban de menos una sonrisa en la espera desde la comprensión que da, por otra parte, ver a la plantilla desbordada.
Me sobrecogió la espera.
Nadie daba una mínima explicación ni contestaba a las preguntas de los que esperábamos contra toda esperanza ser atendidos pronto.;solo encontramos gestos de resignación.

Llevo días intentando explicarme a mí misma y explicar al otro, por que actuamos así.Si es el cansancio físico de largas horas  de trabajo, la mala dimensión de la atención con plantillas claramente escasas para el volumen de pacientes, o si quizá es otra cosa y al final, todas las anteriores a la vez.
En cualquier caso y por desgracia, no tengo la solución. Si  he conseguido el aprendizaje que da el ser analizado por aquellos a quienes nos debemos y que, siendo benévolos, nos miran desde la asepsia profesional del " ser paciente".

Mucho que meditar tras largas horas de espera. Sin sonrisas, sin explicaciones. Con rostros agotados y casi sin expresión. Con prisas en la anamnesis  para dejar sitio al siguiente...Mala sensación de despreocupación 
Probablemente yo haga lo mismo. El que sea yo quien lo haga no quiere decir que este bien.
Sería necesario pasar por esta situación real al menos dos veces al año: para que no se nos olvide por quien trabajamos.Para que no nos olvidemos de quién somos.

Pd Buenas intenciones para la vuelta al trabajo.

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