Si hubiéramos querido dedicarnos al mundo de la gestión
sanitaria, tan necesaria cuando aquellos a quien nos debemos esperan de
nosotros gestionar con equidad y justicia distributiva, probablemente no
hubiéramos elegido hacer la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria...;
o si, si nos hubieran enseñado que somos microgestores
en nuestro "micro-mundo-sanitario", tan denostado pero tan
importante.
En esta microgestión debemos dosificar amabilidad y
pruebas, explicar datos concretos y pronósticos futuros, acciones y reacciones,
lo encontrado y su tratamiento. También debemos saber decir que no cuando
sea necesario, no esté indicado o no tenga ninguna utilidad.
En este mundo elegido hay personas que esperan nuestra atención:
pacientes, los llamamos.Quizá más por la paciencia que tienen ante nuestras
carencias que por otra acepción.
¿Cuál es nuestro reto en la comunicación?. Ser claro,
sencillo, entendible, explicar mirando a los ojos y asegurándonos de que el
paciente y sus acompañantes nos entienden; que saben el alcance de la lesión (o
cuando ésta no es tal), del tratamiento que pautamos (sea correcto o no, sin
hacer ninguna valoración) que se escribe a toda prisa y que se le tiende al
paciente para que lo lea él mismo- se supone que ya en la calle-, sin nada que
añadir. Sin más interacción que la mínima posible: petición de pruebas,
valoración de las mismas y tratamiento tras más de una hora de espera sin
ningún otro paciente que valorar. Ni una excusa para el retraso ni una sonrisa;
escrupulosamente correcto pero carente de humanidad.
El informe está correctísimo aunque nadie lo explicó; no se
dió la oportunidad a preguntar dudas, preocupaciones o por qué sales con un
tratamiento de siete líneas si todo esta bien y no tienes nada de importancia.
Eché de menos alguien que enseñe...; que ayude a decidir el
camino a seguir o como reconducirlo cuando en un cruce de caminos tomamos el
erróneo. A alguien que enseñe a presentarse, a sonreír, a interesarse con
alguna calidez sobre cómo se hizo aquello, a facilitar la medicación y a
explicar sus pautas o la información que contiene una receta que el paciente
nunca vió y no sabe usar.
Desmedicalizar, deprescribir, no transformar lo cotidiano
en una enfermedad. No seguir pautas establecidas de "corta y pega"
que en ocasiones quedan cortas, en otras excesivas y que siempre se deberían
revisar. La medicina defensiva no puede ser nunca una forma de tratar.
Si no estás de acuerdo con lo anterior puedo entenderlo
pues es sólo mi opinión. Pero a la vez entiendo que te has podido equivocar de
especialidad o los tutores de estrategia.
No hay que echarle la culpa a nadie sino repartirla a
partes iguales entre los que tienen el derecho
de aprender(siendo bien enseñados y tutorizados) y los que tenemos la obligación de enseñar (y hacerlo de
modo actualizado, humano, con responsabilidad y si es posible, con humor).
Esto -a mi modesto entender- no es medicina, no es forma de
enseñar, no es hacer fructífera una residencia en la que tanto se
invierte por todos los ciudadanos y a la postre, también como agente doble( medico/paciente), no se
debe tolerar.
Lo de la "confidencialidad cero" en un comentario
de pasillo, ante los padres, el paciente, una enfermera y alguien más, sin
comentario; lo del teléfono movil en
permanente función que te hacer salir varias veces de la consulta e incluso del
hospital...mejor no hablar.
Hay mucho que aprender y mucho que enseñar si queremos una
medicina con calma y con alma, con ciencia y con conciencia. ¿Te apuntas?
(Imagen de www.doctutor.es)
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