“Había pasado a cuidados paliativos. No
quería sufrir. Nadie quiere. La doctora responsable de radioterapia, y el jefe
de la unidad de oncología médica, poco podían hacer para salvar su vida. La
propia Bimba
había pedido que se suspendiera el tratamiento. Sabía que no le quedaba
tiempo.” Este fragmento y otros similares llenan las páginas y pantallas de
los medios de comunicación desde hace horas, días…
Se moría y lo
sabía. No quería sufrir: nadie quiere. No quiso seguir con el tratamiento,
convencida como estaba de que había llegado el final. Y no cualquier final si
no el suyo, ese momento en el que las pocas decisiones que aun te quedan en la
vida deben ser bien meditadas…
Saber que uno se muere es, como casi todo,
cuestión de actitud; de actitud valiente ante la inexorable realidad de una
enfermedad que avanza y te avisa de que de que te estas yendo. Cada uno aquel
sitio donde espera que descanse su alma. Y no es un fracaso de la ciencia sino
el triunfo de ésta ya que te permite afrontar el final de modo activo,
acompañado, en paz y sin dolor, con el soporte de un equipo médico detrás. Te
ayuda a tomar decisiones importantes para ti, tú familia y, también, al equipo
médico que te atiende a lo largo de un proceso de distinta duración, pero de la
misma crudeza y desamparo, cuando sientes que la salud y la vida, te abandonan.
No solo los casos mediáticos importan, aunque
ayudan a hacer visible la labor de los equipos de Cuidados Paliativos (con mayúscula,
escrita de modo consciente) que acompañan en el trance al paciente y su familia,
disminuyendo los síntomas para poder humanamente hacerlo más llevadero. La
muerte llega y no hay marcha atrás, pero si posibilidad de acercarnos a ella de
un modo personal igual que afrontamos la vida que nos tocó vivir: cada uno el
suyo, singular y personal.
Mi padre no era
famoso y su ejemplo nos sirvió de modelo a todos. Cambio nuestro concepto de
enfrentarse a la muerte: de cara, pero con la tranquilidad de saberse atendido
en todo momento. El ejemplo de estos pacientes y trabajo callado y constante de
los equipos medicos sirven para recordarnos que todos morimos y
que el modo de hacerlo bien merece una lucha sin tregua para que todos podamos
acceder a morir en paz, sin dolor y en nuestro domicilio si así lo deseamos
Este es el
debate real en esta España nuestra y no otro. Que las unidades de Cuidados
paliativos lleguen a todo aquel que lo precise; que el buen morir no dependa de
donde vivas ni de los medios técnicos y humanos a tu alcance, sino que éstos estén
accesible a todo paciente que los precise.
Dora Postigo -hija
de esta paciente llamada Bimba- nos da una lección : "Muchísimas gracias a todos los
que me apoyáis; que sepáis que hoy no es un día de tristeza, porque a mi madre
es lo que menos le gustaba: la tristeza. Hoy es un día para estar contentos por
todos esos momentos que hemos vivido y disfrutado con ella". Cuando una
niña de 12 años es capaz de escribir esto de su madre muerta es que se ha hecho
un buen trabajo: por la propia paciente, la familia y el equipo.
Descansa en paz,
Bimba, allá donde tu alma repose.