Esta semana se ha debatido en la red una
interesante cuestión: qué relación existe- si es que existe
alguna- entre la calidad asistencial y la satisfacción del
paciente. Resumidamente puede plantearse cómo qué fue primero si el huevo
(satisfacción del "usuario") o la gallina (calidad asistencial). Esta
secuencia temporal nos da idea de las vueltas a las que nos lleva todo
esto sin hallar, aparentemente y al final, una respuesta concreta.
La asistencia sanitaria- como medio
necesario para mantener una calidad de vida digna- es un derecho primario
del hombre (entendiendo como tal los derechos recogidos en la Declaración de
Derechos Humanos que, en 30 puntos básicos, orientan sobre aquellas cuestiones
prioritarias para promover y proteger la dignidad personal
independientemente de las características de expresión en los seres
humanos concretos); el cómo se articule ésta es un asunto que compete a la
política de cada país existiendo – siempre, según mi punto de vista- unos
mínimos éticos que deben cumplirse en cuanto a la universalidad de acceso,
igualdad en su desarrollo, respeto al distinto con compromiso activo de no
discriminación y gratuidad cuando hablamos de sanidad pública. El
correcto desarrollo de dicha calidad asistencial debería estar por encima de
las circunstancias particulares de cada país concreto y momento
político-cultural concretos ya que devienen de los derechos del hombre y la
dignidad misma de éste en cuanto a su esencia y derivado de su ser personal.
Karel Vašák(1979) es el primer autor que separa
los derechos humanos en “ generaciones” de
modo que distingue, en cada una de ellas, valores proclamados en la Revolución
Francesa: libertad, igualdad y fraternidad .Así en la generación primera
tendríamos los derechos civiles vinculados con el principio de libertad; en la
segunda los derechos económicos y sociales vinculados al principio de igualdad y en la
tercera derechos heterogéneos -paz ,calidad de vida, etc.-vinculados con la fraternidad.
Algunos autores señalan la aparición de una cuarta generación no bien
delimitada aún, que recogería el derecho al medio ambiente, distintos
aspectos relacionados con la bioética o los derechos digitales.
La calidad de vida depende, entre otras cosas, de
la salud y ésta de acciones encaminadas alapromoción, restauración y
mantenimiento de la misma. Dichas acciones se desarrollan en el sector
servicios y, en este sentido, los pacientes pueden llegar a la errónea figura
de usuarios sin otra consideración. Un paciente, aunque usuario, es algo mucho
más que eso e intrínsecamente distinto.
La figura del “yo pago, yo exijo” que
maltrata los profesionales de la sanidad está haciendo un flaco favor al
desarrollo diario de la asistencia clínica pues deja al profesional desvalido
frente a unos derechos del “paciente -usuario” sobredimensionados sin
ningún deber aparente que los equilibre. Si la “satisfacción del usuario”
depende de cómo se satisfaga- valga la redundancia- la idea que de su propia
salud tiene cada persona hemos desvirtuado las cosas. La satisfacción pondrá en
el mismo nivel un picadura de mosquito que una neumonía grave: lo que importa
es que a mí me atiendan, ahora, sin tardar, sin condiciones y sin demora. Para
eso pago…
Por tanto, la asistencia sanitaria (y la importancia que esta tiene a nivel social) no es un invento español ni de un signo político concreto, sino que viene dado por los derechos intrínsecos del hombre; el cómo se exprese y articule esta asistencia concreta desde las políticas concretas es lo único que depende – nada más y nada menos- del color político.Y el poder político dominante- pues para eso necesita sus votos- tiende a prometer a sus posibles votantes condiciones de uso del sistema sanitario tales que desvirtúan la función ultima del mismo. Y ahí estamos…
- ¿Qué es primero, tener contentos a los”
pacientes -usuarios” con condición de votante o a los profesionales y a los
pacientes por igual?
- ¿A quién le qué importa lo que opinen los
trabajadores de la salud? - que es en lo que nos convertimos por contraposición
al usuario que no paciente-.
-Dónde perdimos la consideración
profesional que nos debemos a nosotros mismos cuando nos sometemos a estándares
absurdos sin criterio ni medida?
-¿Quién somete a consideración y estudio las
condiciones en las que trabajamos de modo que el trabajo realizado sea el
adecuado también en el lado del sanitario?
-¿Por qué pudiendo desempeñar el trabajo en
condiciones adecuadas y justas para todos prima la opinión-muchas veces
infundada -de lo que el propio paciente considera que es una necesidad urgente
para él?
Según lo que nos contestemos estaremos
anteponiendo el huevo o la gallina.
Meditemos…
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